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Cuerpo humano y Astrología

Los cuatro elementos y la constitución humana:

El cuerpo humano está compuesto por los cuatro elementos básicos: tierra, agua, aire y fuego. La tierra se manifiesta en la carne, el agua en la sangre, el aire en el aliento y el fuego en el calor que nos anima.

El cuerpo como reflejo del cosmos:

La cabeza, redonda como la esfera celeste, alberga los ojos que brillan como los dos luminares del cielo (el Sol y la Luna). Los siete orificios que la adornan se asocian a los siete cielos de la cosmología ptolemaica. El pecho, donde reside la respiración, se asemeja a la atmósfera donde se forman vientos y tormentas. El vientre, que recibe todos los líquidos, recuerda al mar que acoge a los ríos. Y los pies, que sostienen el peso del cuerpo, se comparan a la tierra firme.

Correspondencias entre el Zodiaco
y el cuerpo:


Esta teoría encuentra una aplicación práctica en el concepto del “hombre zodiacal”. En esta visión, los signos del Zodiaco se asocian a las diferentes partes del cuerpo humano:

  • Cabeza: Aries
  • Cuello: Tauro
  • Brazos: Géminis
  • Pecho: Cáncer
  • Región del corazón: Leo
  • Abdomen: Virgo
  • Bajo vientre: Libra
  • Órganos genitales: Escorpio
  • Muslos: Sagitario
  • Rodillas: Capricornio
  • Piernas: Acuario
  • Pies: Piscis

 

Las influencias planetarias:

Autores como Arnaud de Villeneuve profundizaron en la idea de que los planetas ejercen una influencia fisiológica sobre los órganos principales del cuerpo. El Sol, como corresponde a su naturaleza regia, se asocia al corazón; la Luna, con su luz cambiante, al cerebro; Mercurio, el mensajero veloz, a la vejiga; Venus, símbolo del amor y la belleza, a los testículos; Marte, guerrero incansable, a los riñones; Júpiter, benefactor generoso, al hígado; y Saturno, dios del tiempo y la melancolía, al estómago.

Conclusión:

Esta visión del cuerpo humano como un microcosmos, impregnado por las energías del zodiaco y los planetas, nos ofrece una perspectiva profunda sobre la conexión entre nuestro ser interior y el universo que nos rodea. Es un recordatorio de que somos parte de un todo más grande, sujetos a las mismas leyes y ritmos que gobiernan el cosmos.

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