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Entre inconsciente y consciente

La experiencia de la psicología analítica ha mostrado ampliamente que el consciente y el inconsciente raramente concuerdan en sus contenidos y tendencias. Esta carencia de paralelismo no es sólo accidental o desprovista de propósito, sino debida al hecho de que el inconsciente se comporta de una forma compensatoria o complementaria respecto del consciente.

También podemos decirlo de la forma opuesta, como que el consciente se comporta en forma complementaria al inconsciente. Las razones de esta relación son:

1.- La consciencia posee una intensidad de umbral cuyos contenidos deben ser alcanzados, de tal modo que todos los elementos que son demasiado débiles permanecen en el inconsciente.

2.- La consciencia, debido a sus funciones dirigidas, ejerce una inhibición (que Freud llama censura) sobre todo material incompatible, con el resultado de que estos se hunden en el inconsciente.

3.- La consciencia constituye el proceso de adaptación momentánea, mientras que el inconsciente contiene no sólo todo el material olvidado del propio pasado individual, sino todos los rastros del comportamiento heredado que constituyen la estructura de la mente.

4.- El inconsciente contiene todas las combinaciones imaginarias que aún no alcanzan el umbral de intensidad, pero que en el curso del tiempo y bajo las condiciones apropiadas entrarán en la luz de la consciencia.

La definición y dirección de la mente consciente son adquisiciones extremadamente importantes por las cuales la humanidad ha pagado un alto precio, y que a su tiempo habrán de brindar a la humanidad el mayor servicio.

Sin ellas la ciencia, la tecnología y la civilización serían imposibles, ya que presuponen una continuidad y dirección confiable de los procesos conscientes.

Para el político, el médico y el ingeniero, tanto como para el simple obrero, estas cualidades son absolutamente indispensables.

Podemos decir en general que la desvalorización social aumenta en el mismo grado que estas cualidades son deterioradas por el inconsciente. Los grandes artistas y otros seres distinguidos por sus dotes creativas son, por supuesto, excepciones a la regla.

La gran ventaja de la que estos individuos disfrutan consiste precisamente en la permeabilidad de la frontera que separa el consciente y el inconsciente. Pero, para aquellas profesiones y actividades sociales que requieren justamente de esta continuidad y confiabilidad, esos seres humanos excepcionales son de poco valor.

Es por tanto comprensible, y aún necesario, que los procesos psíquicos en cada individuo deban ser tan estables y definidos como sea posible, dado que las exigencias de la vida lo demandan.

Pero esto implica una cierta desventaja: la cualidad de dirección ejerce una inhibición o exclusión de todos aquellos elementos psíquicos que parecen ser, o que realmente son, incompatibles con ella, es decir, que puedan desviar de su sentido la dirección previamente trazada y encausar el proceso hacia un objetivo no deseado.

Cfr. Carl Gustav Jung, La función trascendente, 1916, y publicado primera vez en 1.957

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