En los sueños, los símbolos aparecen espontáneamente ya que los sueños se presentan por sí mismos sin la ayuda de la invención: por lo tanto, constituyen nuestra principal fuente de conocimiento sobre el simbolismo.
Sin embargo, debo enfatizar el hecho de que los símbolos no solo aparecen en los sueños. Aparecen en todo tipo de manifestaciones psíquicas: hay pensamientos, sentimientos, actos y situaciones simbólicas. A menudo, incluso los objetos inanimados parecen cooperar con el inconsciente en la elaboración de patrones simbólicos.
Esto sugiere el hecho de que la mente arquetípica, en lugar de asumir la tarea de expresar sus contenidos racionalmente al igual que el pensamiento consciente, ha asumido una función pronosticadora. Por lo tanto, los arquetipos tienen su propia iniciativa y su propia energía específica. Esto los hace susceptibles tanto de producir una interpretación significativa (en su estilo simbólico característico), como de interferir en una situación dada con sus impulsos específicos y sus configuraciones particulares de pensamiento.
Se puede percibir la energía específica de los arquetipos cuando experimentamos el encanto particular que los acompaña. Poseen una atracción especial.
La manera en que los arquetipos aparecen en la experiencia práctica: son simultáneamente tanto imágenes como emociones. Solo podemos hablar de arquetipos cuando estos dos aspectos se manifiestan simultáneamente. Cuando hay solo la imagen, es una nota de poco relieve, pero cuando la emoción está implicada, la imagen adquiere un carácter numinoso (o una energía psíquica): se vuelve dinámica y debe producir consecuencias significativas.
Pertenecen a la vida misma, son imágenes integralmente conectadas con el individuo viviente a través de las emociones. Por lo tanto, es imposible dar una interpretación arbitraria (o universal) de los arquetipos. Deben ser explicados de la manera indicada por la situación existencial completa de los individuos particulares a quienes respectivamente se refieren.
